martes, 21 de abril de 2015

Pelea judicial para que un denunciado por abusos no pernocte con sus hijos. Las autoridades certificaron una agresión sexual a la niña en el entorno de la familia paterna

La madre, víctima de maltrato, pelea en los juzgados por evitar las estancias

Las autoridades certificaron una agresión sexual a la niña en el entorno de la familia paterna

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Juzgados de Ferrol. / GABRIEL TIZÓN


"Yo creo en la Justicia. En Irlanda nos ayudó siempre, pero aquí nos está abandonando". Rosa Botas, ferrolana de 44 años, emigrante retornada, ha puesto una petición en change.org y recaba firmas dirigidas al presidente del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia para evitar que sus hijos de cinco y siete años empiecen, tal y como dictó un juez, a pasar fines de semana enteros, incluidas las noches, con su padre, un acomodado arquitecto irlandés que fue valorado negativamente por el Imelga en 2014. El examen forense reveló en él índices altos en las escalas esquizoide, paranoide, compulsiva o delirante, y las autoras recomendaron que las visitas del padre no se incrementasen y fuesen siempre en el punto de encuentro, supervisadas por técnicos. En su poder, Rosa tiene un aluvión de papeles que confirman su condición de víctima de malos tratos por parte de su expareja, y los abusos sexuales sufridos por su hija de siete años cuando todavía no había cumplido los tres. Según la documentación que muestra, las autoridades en Irlanda concluyeron que estos se producían "en el entorno de la familia paterna" y, por declaraciones de la cría, que acudió al hospital con desgarros en la vagina y el ano, llegaron a señalar al abuelo, pero nunca se logró confirmar la autoría.

El fin de semana pasado, los niños tenían que haber vivido el primer fin de semana completo con su padre, que acude a las citas en Ferrol desde Irlanda y pernocta en un hotel los días que le tocan. Finalmente, los menores no acudieron, según la ONG que apoya a la madre, la Fundación Conciencia, gracias a un recurso judicial in extremis que ella presentó y que aún no ha sido resuelto. La madre alega que el juzgado ferrolano de Primera Instancia que dicta la paulatina ampliación de visitas de su expareja debería suspender este proceso (que culminará con largos periodos vacacionales de los niños con el padre) mientras otro juez de la ciudad, esta vez de Instrucción, no decida sobre la denuncia que ella presentó en diciembre contra el hombre por malos tratos y abusos a los pequeños.

Los presuntos hechos también fueron denunciados en la policía nacional. Supuestamente ocurrieron en la anterior fase de visitas, cuando el padre podía llevarse del punto de encuentro a la niña de siete y el niño de cinco, sábados y domingos, de día durante nueve horas. Por la noche, después de recogerlos y marchar a casa, Botas, una mujer sin recursos, declarada también por la Xunta víctima de violencia de género, se fue corriendo al hospital.

En urgencias del Arquitecto Marcide pidió un reconocimiento del niño, que llegó a sus manos al final de la tarde con un traumatismo en la cara. El informe del Sergas recoge que el el menor dice que fue su padre. También revisaron a la niña: presentaba un eritema simétrico en los labios vaginales, y los análisis descartaron que se tratase de un hongo o infección. La madre cuenta que luego el pequeño "se resistió de forma incomprensible, irracional, a que los médicos le bajasen los pantalones para una exploración". "Tienen un miedo enfermizo a su padre", describe uno de los múltiples escritos presentados en los juzgados por los abogados que están ayudando a la madre.

Según Marisa Marí, presidenta de la ONG que la respalda, Botas ha encontrado apoyo tanto en el Defensor del Pueblo como en el Valedor. La pasada semana peregrinó de plató en plató contando su historia y sigue recabando firmas por Internet. Pero la justicia no parece moverse tan rápido. Marí apunta a que el juez que decide las visitas del padre solo hace caso a los informes del punto de encuentro, gestionado por una entidad privada. Botas afirma que esos informes no dicen toda la verdad. Por ejemplo, no cuentan que la cría "se hizo sus necesidades encima" en la sala de las visitas ante la perspectiva de "ir al baño con el padre". La ferrolana guarda en casa vídeos furtivos de sus hijos supuestamente grabados a las puertas de este lugar, cuando van a ser entregados al progenitor para pasar el día. Los pequeños se resisten, se oyen lloros desgarrados y gritos de espanto.